Markarfijót, manadas de caballos salvajes entre humeantes volcanes y crepúsculos en la niebla
Estos días estamos por Islandia, en donde a lo largo de diez días recorremos, ese país lleno de luz y misterio abrupto entre lavas y glaciares, con alguno de los rincones más sorprendentes, pero además, muchos de ellos y es nuestra intención, desconocidos o ajenos al turismo popular. Este lugar remoto, en el que amanece poco después del anochecer, que durante casi cuatro largas horas, tiene tanto de misterio como de belleza sobre natural que descontrola los horarios y ajustes cotidianos de cada mortal que la visita.
Algunos la consideran un lugar obligado para la fotografía por su amplitud de contrastes, paisajes y natura en estado aún puro, si bien es verdad que como en tantos otros lugares, Islandia es mucho más que el paisaje que estamos acostumbrados a ver en postales, y populares tomas para el turismo. Islandia es hielo, glaciares, lava, paisajes negros, grises y verdes intensos, también un entorno lleno de humeantes fumarolas y humo de sus volcanes.
Para quienes fotografiamos el paisaje, esta tierra se convierte en un gran reto, en el que intentamos recoger a través de nuestra mirada, parte de su inmenso horizonte de formas y parajes, diversos y enfrentados. Aunque acostumbrados como es mi caso, al mundo de las imágenes a diario, pocas veces, he podido casi sin descanso, procesar tal cantidad de fotogramas tan atrayentes y de obligada parada en el camino, que desbordan sin lugar a dudas, todos nuestros sentidos al detenernos y observarlos con detenimiento.
Cuando llevas toda una jornada desde las 8 de la mañana aferrado al equipo, y doce horas después, a las 8 de la tarde, comienza una larga hora azul, que te premia con momentos como éste de la fotografía superior del post, en donde una esbelta manada de caballos en la zona suroeste del país, cercana a Hella, comparte ante nuestra mirada, algo más que una seductora pose, lejos de los estereotipos y fumarolas populares.
Ver algunas fotos del archivo de Islandia.