Sevilla, luce siempre aunque la lluvia moje
Hacía al menos dos décadas que no tenía oportunidad de vivir unos días de cerca la ciudad de Sevilla y el sentir de sus gentes durante esa celebración muy consagrada para muchos sevillanos, fervientes y apasionados en cuerpo y alma, que escenifican con rigor durante unos días y para la que esperan atentos durante doce meses con plegarias para que la lluvia no les ague la fiesta. Este año al igual que muchos otros, el agua volvió a dejar en el programa oficial a muchas hermandades sin poder salir, y pasear sus cruces, cirios y paleos, sentir profundo que muchos tuvieron que acatar, quedando como consuelo vivir un año más, el paso lento de otras cofradías que tuvieron más suerte, en día y hora.
Sevilla es además de luz y color por donde se ande, ciudad perfectamente engalanada, tanto en fachadas, balcones y edificios oficiales, con un tumulto inconmensurable de gentes durante esta fecha señalada, que atrae a andaluces seguidores de la devoción, pero también a miles de turistas nacionales y extranjeros. Cientos, miles de ellos se agolpan durante esos días en la capital.
Aunque siempre corta ésta temporada alta, y por no decirlo “tremendamente turística” es periodo en el que la ciudad completa aforos y hosteleros aprovechan el tirón de un turismo religioso y ferviente, con precios que doblan a los del resto del año, pero también Sevilla se enriquece durante su semana de la multiculturalidad curiosa que se acerca a visitar la ciudad y advierte al paso de procesiones, los signos de la fe y la devoción católica, entre saetas, costaleros y penitentes, que recorren con escrupuloso rigor, el itinerario o carrera oficial de la Semana Santa Sevillana.
Uno de los momentos más emotivos si cabe o de las procesiones más concurridas es la Madrugá, que se celebra durante la noche del Jueves Santo al Viernes Santo, y en la que este el año el tiempo dio una tregua y permitió salir a hermandades como La Hermandad del Silencio, La Hermandad del Gran Poder o La tan querida Hermandad de La Macarena o la de la Esperanza de Triana, entre otras.
No cabe duda que vivirlo de cerca es algo que no tiene palabras, incluso para los no creyentes, puesto que el ambiente que embarga durante esas horas el paso de las procesiones es cuando menos, espectacular, aunque a muchos todo aquello relacionado con la iglesia y sus actos nos pueda parecer algo suntuoso o excesivo, es importante resaltar que las hermandades cumplen un papel más que importante en la vida social, con su labor de caridad, encargándose de realizar en el día a día pequeñas acciones de apoyo y ayuda a quienes más lo necesitan, sean o no de la propia hermandad, y destinando una parte importante de los ingresos anuales a este menester, algo que debería servir de ejemplo y ser extensible a toda la iglesia católica, apostólica y romana.
Pero Sevilla es mucho más, es su gente, su manera de vivir y el legado patrimonial que han sabido conservar y hoy mostrar el resto del mundo, por eso, visitarla se convierte de nuevo en una oportunidad de descubrir algo más de sus bellos rincones, de sus barrios y de su día a día, no solo para el fotógrafo de viajes, sino para el viajero insaciable de colores y luces de la Sevilla de hoy. Yo como viajero, y como fotógrafo la he visto así, queriendo desde este post agradecer a Ramón Navarro, y en especial a Roberto Pardo y Juanma García Valverve el soporte que me han otorgado para poder disfrutarla, aunque trabajando, un poco más cerca. Esta pequeña selección de imágenes de lo acontecido, espero os guste. ( Ver archivo )