Susurrando al viento
Amsterdam es una de esas ciudades curiosas y también que arranca pasiones. Evolución obligada de su origen pescador del siglo XII a la ciudad más grande de su país, hoy es centro cultural y financiero.
De sus habitantes, la historia documenta ya, que en el siglo XVI entre otros, buscaban refugio en esta ciudad, los judíos sefardíes y los comerciantes de Amberes, así como los hugonotes de Francia, que eran perseguidos por motivos religiosos. Hoy probablemente la amalgama y tipología de estos holandeses es amplia.
Durante el siglo XVII, su auge la convierte en una de las ciudades más ricas del mundo. Su potencial económico y crecimiento rápido la hizo próspera, como queda latente en los comerciantes de Ámsterdam que poseían en la época, la mayor parte de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Sea como fuere, lo que hoy queda es un lugar sorprendente, habitable y si….muy fotogénico. Un lugar lleno de historias pintadas en forma de fachadas, una ciudad limpia, respirable y amable. Sobre las ruedas de los 700.000 ciclistas que allí conviven, probablemente también haya una crisis, como otros países de la Unión Europea, visible aunque ausente para el turista, pero para el ojo de quien encuentra con la mirada, esos detalles no pasan desapercibidos.
La singularidad urbanística y arquitectura popular, que acompaña con ese entramado de puentes y canales, de parques, riberas y jardines , coinciden salpicados entre paseos, llenos de torcidos edificios multicolor a tu paso. Esas lineas, características, con identidad propia, hacen de este enclave un destino atractivo, no sólo entretenido para quienes buscan de la cara amable de la vida, o el peso relativo de las preocupaciones y el “lifestyle” del ciudadano holandés, que también europeo como nosotros, esta visible y presente, como un personaje comprometido y respetuoso que se transporta a lomos de bicicleta y desde la cual; telefonea, conversa, come, bebe cola, escucha música o simplemente se tapa con el paraguas a la vez que te esquiva, ligero y preciso. Ese ritmo de kilómetros por hora sobre ruedas, hace de sus calles un escenario continuo de situaciones, únicas, como todo en la fotografía de viajes.
El olfato es uno de nuestros mejores aliados, y fuera de las zonas de influencias culinarias, o mercadillos, sorprende de Ámterdam, esa sensación de pureza en el aire, de reposo de sus calles, o la tranquilidad de sus rincones y la ausencia de ruidos fuera de si. El tamaño de la ciudad como la ausencia de vehículos por muchas de sus calles, tendrá algo que ver. A pesar de ello sorprende también que es junto a Frankfurt (Alemania), una de las dos ciudades con niveles mas elevados de emisión de CO2 de Europa.
A pesar de los datos, esos 700.000 ciclistas de 750.000 habitantes, al parecer aportan mucho de ese bienestar compartido, como gesto, saludable y recomendado, que además incide de manera importante en la salud, siendo capaz de aportar una pureza al aire que respira toda la ciudad. Visible esta sensación, más en sus parques, Vondelpark en Ouzuid o el de Oosterpark en el distrito de Oost, la frescura de sus jardines es resultado de los cuidados y mimos que reciben de sus moradores, respetuosos y educados, ya que es probablemente imposible verles dejar defecaciones de sus mascotas, en lugares que luego van a visitar niños o jóvenes…algo lógico. Estos parques son disfrutados por ellos hasta la saciedad, haciendo de ellos el segundo salón, para leer, dibujar, tocar música, chatear, charlar o pasear sobre ruedas, simplemente.
Sus gentes, tenderos, comerciantes, amas de casa, abuelas y sobrinos, llevan dibujadas en sus caras los rasgos típicos de este norteño europeo de los Países bajos. La mejor forma de conocer la amalgama de personas y clases que convergen en la ciudad, es recorrerla, con pausa, tres días es suficiente para pasear a lomos de bicicleta o sin ella por esta hermosa ciudad. Ámsterdam mezcla culturas, de otros países en mestizaje con hombres, mujeres, jóvenes estudiantes, mamás liberales, papás arquitectos o ejecutivos al paso siempre sobre ruedas. La tolerancia y el respeto de sus habitantes se plasma en cruces y semáforos de la ciudad en donde nunca se detiene el tiempo, aunque sea de una forma silenciosa. Sólo el tranvía hace tocar su timbre….es un aviso..
Los enormes carrilles para bicicletas, que además de grandes son anchos y perfectamente señalizados se cruzan metro a metro y en todas las direcciones, por entre railes, cunetas y aceras con transeúntes sobre ruedas, emparejados o bien empujando a los dos peques en el cajón adaptado de la compra (especialmente diseñado para carga y niños….)
Esta ciudad también tiene curiosos símbolos de un estilo de vida libre o liberal, según se quiera llamar. Entre ellos el Red Light District, El Distrito Rojo, denominado coloquialmente «De Wallen» en referencia a dos canales o wal que lo cruzan, está ubicado en pleno centro de Ámsterdam, entre las calles Warmoesstraat, Zeedijk, Nieuwmarkt, Kloveniersburgwal y Damstraat. En sin duda un paseo obligado, siempre con el respecto a la vida y condiciones de quienes allí viven de ese tan antiguo oficio conocido. Cerca, en ese bullicioso centrum, se funden alguno de los Coffe shops pioneros de la Ámsterdam de antaño. Un lugar de reposo para poder probar los mejores productos ecológicos, entre ellos la marihuana, eso si, con una cerveza sin alcohol. Ámsterdam recibe anualmente un número importante de catadores de estos productos y probablemente hace años que arruinó la vida de traficantes y camellos.
Amantes de la arquitectura visitan todos los años esta ciudad que entremezcla de manera sutil, diáfana y atrevida diferentes estilos de urbanismo, en este centro semicircular repleto de rincones, entre renacentistas, góticos y modernos, vanguardistas esculturas y edificios que adornan plazas como la de Dam, parques, museos como The Rijksmuseum, y otros curiosos rincones de una mítica ciudad, que dan la oportunidad de disfrutar de un walking tour durante horas y horas por la que algunos han llamado; “la Venecia de norte”.
Los mercados son puntos neurálgicos para conocer los hábitos de Ámsterdam, al igual que otras ciudades, allí se ve, se huele y se oye, parte de las esencias que sen mezclan en el día a día de la ciudad, su carne, sus especias, quesos, pescados y demás viandas. Y aunque hay variedad de frutas, verduras y hortalizas, que esta parte de Holanda exige, ni tomates españoles, ni naranjas de valencia, allí Morocco es la región de origen por antonomasia en esto de la importación de productos agrícolas. Será que estamos más lejos nosotros.
La vida nocturna también aporta sorpresas, esta ciudad de los reflejos muestra entre canales, luces y sombras que conforman la noche de una ciudad aún más viva. Locales, grupos y corrillos de jóvenes se abultan en estrechas calles a orillas del canal. Puentes e iglesias adquieren ahora otro tono, mas respetuoso, el de la noche.
Otro de los sitios recomendados para la fotografía, son los Mercados de antiguedades, el de las flores Bloomenmarkt (flower market) , libros y otros semanales, como el Albert Cuyp market, que nos dejan recorrer con la mirada, los gustos y también la torpeza de los carros por las aceras, afiladas entre las adoquinadas calles, las cuales a pesar de la multitud, siguen y son recorridas también sobre dos ruedas, por un livestyle, curioso y original, el de estos grandes equilibristas que aparecen y desaparecen susurrando al viento.
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